Archivo de abril 2010

FIESTA NACIONAL

Las nubes densas y grises llenan el cielo como para que quede bien claro que el dueño de los meteoros ya no es el que era. El verano se ha ido huyendo y ha dejado al alma, más lenta de reflejos, con el “adiós” en los labios. La madre anda en casa con el mismo trasiego de ropas ligeras y ropas de abrigo de cada seis meses y mientras, el padre ha traído a los dos niños a la plaza para que pasen un rato con las actividades programadas para la ocasión. Diversión municipal, gratuita y masiva.

Largas colas de niños con sus padres y abuelos delante de dos castillos inflables de colores gastados, a los que se accede en grupos de cinco. En la trastienda del júbilo infantil, dos compresores de metal deslucido situados entre una maraña de cables bufan insuflando aire a ese escenario de saltos y risas. Enfrente, una pista de mini karts rodeada de adolescentes que se burlan unos de otros mientras esperan turno para exhibirse al volante. Junto a los castillos, una vieja regaña a su marido porque ha dejado que alguien se cuele. Nadie parece acordarse de lo que se conmemora hoy, simplemente es un día de fiesta en que uno puede ajustar cuentas con el sueño atrasado.

El sol, que aún guarda algo de fuerza, rasga de vez en cuando el techo de nubes y pica bajo la ropa, como contrapunto de las primeras ráfagas de viento otoñal.  – “No te quites la cazadora, que vas a coger frío” – lucha el padre con su hijo pequeño que, inaccesible, continúa su maniobra. – “Vale, verás quién va a pasarse la noche tosiendo” – desiste el padre, cansado también de hacer cola. Un hombre de piel oscura y aceitosa, sin afeitar, controla el acceso de los niños a los castillos de goma: – “Éste es sólo para mayores. ¿No lo ve? El de los pequeños es ése” -. El padre se da cuenta demasiado tarde de que se ha confundido y trata de ganarse al hombre haciendo que se sienta reconocido como autoridad: – “Tiene usted razón. Todos estos críos son más grandes que mi chiquitín, pero estaré muy pendiente. Ya que llevamos tanto rato esperando, ¿no sería posible que por esta vez pasara el niño? Es que, como vea entrar a su hermana y él se quede fuera …” – “¡Venga que nos dan las uvas!” – grita alguien impaciente en la cola, y el hombre accede y los dos críos entran juntos al castillo de los mayores.

Cerca de la plaza una pareja de mediana edad – ella con chándal y zapatos de vestir y él con la camisa arremangada, ambos con cara de aburrimiento – destacan como únicos ocupantes del grupo de mesas que un bar aún mantiene en la acera, diríanse un monumento a la heroica resistencia humana al cambio. Por la calle la gente lleva envoltorios de pastelería junto a las bolsas del pan. Cuando ya han montado en todas las atracciones de la feria, el padre se marcha de allí tirando un poco de los niños, sin hacer mucho caso de sus quejas, y también va a comprar unos pasteles, casi como un acto reflejo ante la cifra que muestra el calendario.

De vuelta a casa, tras la comida familiar, el padre se siente a gusto. El vino abierto para la ocasión le ha dado sueño y se tumba en el sofá del salón mirando al cielo a través de la ventana y se duerme imaginando que las nubes lo van cubriendo como una manta acogedora en la que hallará un refugio cálido el próximo invierno.


Una frase:

"El tiempo es lo que impide que todo suceda de golpe."

ESTADÍSTICAS

  • 37.840 visitas

Archivos

Categorías

Escribe tu dirección de correo electrónico para suscribirte a este blog, y recibir notificaciones de nuevos mensajes por correo.

Únete a otros 34 suscriptores