Es la ambigüedad, la duda, la lucha agónica, la fascinación por lo tormentoso, por lo extraño y lo deforme, es el claroscuro. Bienvenidos al Barroco.
Catalina de Herauso (luego transformado en “Erauso”) y Galarraga nació en Vizcaya, según algunos, en 1585, aunque en su partida de nacimiento figura 1592. Vino al mundo en el seno de una “familia bien”, su padre fue comandante de la provincia de Vizcaya a las órdenes del rey y su madre también pertenecía a una familia acomodada. Parece ser que, por juego, su padre los inició a ella y a sus hermanos varones en las artes de la milicia desde niños.
Según era habitual en la época para una niña de su posición social, a los cuatro años fue internada en un convento del que era priora su tía materna para que recibiera la educación propia de una mujer destinada a hacer un buen casamiento. Desde muy pronto mostró un carácter proclive a la violencia física que dio con ella en una celda de aislamiento en varias ocasiones, hasta que a los 15 años encontró la oportunidad y escapó del convento vestida de hombre. A partir de ahí inició la vida propia de cualquier soldado de fortuna de los que han sido y serán.
Conocemos sus andanzas fundamentalmente por la autobiografía que ella escribió en el Galeón San José, mientras regresaba a España de las Américas, en 1624. La crítica literaria duda de la auténtica autoría de aquélla y de la veracidad de muchos de sus pasajes, pero existen registros y testimonios de terceros que sugieren que lo que allí se narra tiene una base real. Aunque desarrolló toda su vida pública vestida de hombre, por lo general en su autobiografía no utiliza ningún género para referirse a sí misma, salvo en momentos muy críticos en que, viéndose en trance de muerte, se identifica con el género femenino. Tampoco manifiesta atracción por hombres ni por mujeres, aunque bajo sus ropajes de varón se vio envuelta en compromisos matrimoniales con damas, de los que siempre acabó huyendo para proteger su identidad, sin olvidar que también narra con naturalidad varios episodios lésbicos, aunque cabe la duda de si intervino en ellos por deseo o, nuevamente, para salvaguardar su apariencia masculina en momentos críticos.
Tras servir como paje en la Corte de Valladolid, donde se encontró con su padre, que la buscaba por todas partes y que, al parecer, no la reconoció vestida de hombre, Catalina se alistó como grumete en un barco que partía hacia las Américas. Resulta curioso que estos encuentros fortuitos con familiares próximos que no llegaban a reconocerla se produjeron, supuestamente, en más ocasiones, en el más puro estilo de tantas comedias del Siglo de Oro.
Ya en América se alistó en una compañía que el ejército de la corona española estaba reclutando para la invasión de Chile, donde participó en las guerras contra los mapuches y ganó fama de soldado valiente y hábil con las armas, hasta el punto de recibir el grado de alférez y de llegar a asumir el mando de su compañía en sustitución de su capitán, muerto en combate. Se dice que, pese a sus méritos de guerra, las protestas que se elevaron contra ella por su crueldad con los indios la privó de un nuevo ascenso y que, de resultas, Catalina descargó su cólera cometiendo un sinnúmero de actos vandálicos.
Además de su participación en la masacre de los mapuches, de su carácter puede dar una idea la siguiente “ejecutoria”:
- Al arribar su barco a la actual Venezuela y, tras recoger un cargamento de plata, mató a un hombre de un disparo para robarle 500 pesos y huir del barco.
- En lo que hoy es Panamá tuvo una discusión con un hombre que le bloqueaba la visión en un corral de comedias, lo que desembocó en un desafío en el que Catalina le cortó la cara a su ofensor.
- En Concepción asesinó al auditor general de la ciudad.
- Allí además mató en duelo a su propio hermano, Don Miguel de Erauso, que, según parece, tampoco la reconoció (al menos hasta que ya era demasiado tarde).
- En Potosí participó de nuevo en grandes matanzas contra los indios.
- En Piscobamba mató a otro individuo en una pelea motivada por el juego.
Sin comentarios.
Como puede verse, el tipo de vida que llevaba Catalina la arrastró en una huida hacia adelante por toda América, donde alternó estancias en prisión con refugios en sagrado e incluso fue condenada a muerte en dos ocasiones.
En 1623 fue detenida en Perú y, en un intento desesperado para evitar ser ajusticiada, se dirigió al obispo y le contó que era realmente una mujer educada en un convento. Una vez corroborado su testimonio a través de unas matronas que la examinaron y certificaron que era una mujer, y además virgen, el obispo le otorgó su protección y la ayudó a llegar a España.
Tras volver a su patria empezó el período más “brillante” de su historia, porque se entrevistó con el rey Felipe IV que, en atención a sus méritos de guerra y de su defensa de la fe católica (¡¡¡!!!), le reconoció su grado militar, la apodó “monja alférez”, le concedió una pensión y le permitió usar su nombre masculino, “Antonio de Erauso” (durante su azarosa vida Catalina se identificó como Francisco de Loyola, Pedro de Orive o Antonio de Erauso, entre otros).
Catalina también viajó a Roma, donde se entrevistó con el Papa Urbano VIII, que la autorizó a seguir vistiendo de hombre. Se dice, que, interpelado el Pontífice sobre la laxitud de su decisión éste respondió: “Dadme otra monja alférez y le volveré a conceder lo mismo”.
A partir de ahí la monja alférez desapareció de la vida pública y regresó a América, donde al parecer se dedicó al transporte de viajeros mediante una recua de mulas hasta su muerte, en 1650.
La historia o la leyenda de esta mujer extraordinaria, aunque nos cueste un poco utilizar ese adjetivo con ella, es en sí misma la quintaesencia del Barroco. Modelo de virtud militar como soldado hábil, valiente y feroz y paradigma de virtud religiosa como virgen, utilizó convenientemente su propia dualidad para sobrevivir.
A primera vista sorprende que una mujer que se atrevió a engañar a todos hasta el último momento “usurpando” un papel de hombre y que reveló sin pudor sus devaneos lésbicos se convirtiera en un ídolo en la España de la Contrarreforma y la Inquisición, hasta el punto de que su autobiografía fue adaptada al teatro por Juan Pérez de Montalbán, discípulo de Lope de Vega. Hay quien conjetura que su elevada ascendencia social y el hecho de haberse mantenido virgen fueron decisivos para que la sociedad y las autoridades pasaran por alto la cruda realidad de su biografía y su verdadera significación frente a los dogmas y tabúes del momento.
A partir de su popularidad, la monja alférez ha sido utilizada a lo largo de la historia como un símbolo del imperio español, de las virtudes de la mujer católica, del nacionalismo vasco, del feminismo y, modernamente, de la cultura trans. Pero, ¿hay algo que podríamos destacar como especialmente significativo de un icono que se nos muestra tan intenso y tan “poliédrico” como Catalina de Erauso? Tal vez sea precisamente la ambigüedad barroca de este personaje, propia de aquel tiempo de enormes cambios.
¿Puede considerarse feminista a alguien que se dota de todos y cada uno de los rasgos considerados masculinos para desarrollar un papel social de hombre?
Más allá de su afirmación de que se “secó” los pechos con un ungüento, como hemos visto Catalina no se refirió casi nunca a su identidad de género. ¿Podemos hablar de “icono trans” para referirnos a alguien sin saber si su transformación fue fruto de su percepción de sí misma o fue un medio necesario para conseguir un fin?
En la narración de Catalina no aparecen elementos subjetivos claros que permitan identificar su orientación sexual, ya que sus contactos con mujeres surgen narrados con toda naturalidad y plenamente “empastados” en el devenir de su vida turbulenta. Por tanto, tampoco sabemos si dichos contactos, o la preservación de su virginidad, fueron una tendencia natural en ella o una manera de protegerse dentro de un “personaje” únicamente adoptado al servicio de su vocación militar.
Por eso en cualquier tiempo caracterizado por cambios profundos y marcado por la ambigüedad, como, por cierto, el que nos ha tocado vivir, parece muy oportuno seguir interrogando a la figura de Catalina de Erauso, quizás no como ejemplo de persona, pero sí como pionera de todo lo que hoy llamamos “fluido”.
Créditos:
https://es.wikipedia.org/wiki/Catalina_de_Erauso
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/increible-historia-catalina-erauso-monja-alferez_13152
https://www.publico.es/sociedad/monja-alferez-icono-conquista-america-hito-genealogia-trans.html
Foto:
https://es.wikipedia.org/wiki/Catalina_de_Erauso#/media/Archivo:Catalina_de_Erauso.jpg
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