<<Grocio niega que los poderes humanos se hayan establecido en beneficio de los gobernados, citando como ejemplo la esclavitud. Su constante manera de razonar es la de establecer siempre el hecho como fuente del derecho. Podría emplearse un método más consecuente o lógico, pero no más favorable a los tiranos.
Resulta, pues, dudoso, según Grocio, saber si el género humano pertenece a una centena de hombres o si esta centena de hombres pertenece al género humano. Y, según se desprende de su libro, parece inclinarse por la primera opinión. Tal era también el parecer de Hobbes. He allí, de esta suerte, la especie humana dividida en rebaños, cuyos jefes los guardan para devorarlos.
Como un pastor es de naturaleza superior a la de su rebaño, los pastores de hombres, que son sus jefes, son igualmente de naturaleza superior a sus pueblos. Así razonaba, de acuerdo con Filón, el emperador Calígula, concluyendo por analogía, que los reyes eran dioses o que los hombres bestias.
El argumento de Calígula equivale al de Hobbes y Grocio. Aristóteles, antes que ellos, había dicho también que los hombres no son naturalmente iguales, pues unos nacen para ser esclavos y otros para dominar>>.
Así razonaba Rousseau cuando trataba de definir el objeto de la investigación que iba a emprender en “El contrato social”.
<<Ya en épocas remotas –existen en este sentido textos del siglo VI antes de Jesucristo- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de “buena estirpe”, superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia: desde que Mendel formulara sus famosas “Leyes” nadie pone ya en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación>>.
Esto afirmaba un joven presidente de la Diputación de Pontevedra, llamado Mariano Rajoy, en un artículo publicado en el diario El Faro de Vigo, allá por 1984, y creo que nadie puede negar un claro paralelismo entre lo que Rajoy defendía a finales del s. XX y lo que Rousseau combatía en el Siglo de las Luces como fuente de la tiranía.
Seguramente es injusto confrontar a cualquiera con lo que pensaba hace media vida. No sé qué opinaría ahora nuestro Presidente del Gobierno en funciones de lo que sostuvo entonces, ni me importa demasiado su postura personal al respecto, pero ya que sale a relucir la genética, no puedo evitar preguntarme si el talante del texto de Rajoy puede servir de muestra de un cierto “supremacismo” engranado en el ADN del PP como mal “sistémico” del partido, esa sombra de la personalidad que tiñe muchas comparecencias de sus líderes de un tono entre inhóspito y chulesco de: “¿Explicar yo? Yo no tengo por qué explicarle nada y, además, usted no lo iba a entender”.
Y a continuación me pregunto si en el “establecer siempre el hecho como fuente del derecho” al que alude Rousseau, tan característico de quien cree ser uno de los “elegidos”, no está precisamente el germen de esa pandemia que se ha ensañado con lo que fue el patrimonio común de todos los españoles de «buena estirpe» o no, una pandemia de nombre «corrupción».
Para quitarme el mal sabor de boca que me han dejado estas líneas, y para no seguir mezclando licores, terminaré con un poco más de Rousseau:
Aristóteles tenía razón, sólo que tomaba el efecto por la causa. Todo hombre nacido esclavo, nace para la esclavitud, nada es más cierto. Los esclavos pierden todo, hasta el deseo de su libertad: aman la servidumbre como los compañeros de Ulises amaban su embrutecimiento. Si existen, pues, esclavos por naturaleza, es porque los ha habido contrariando sus leyes: la fuerza hizo los primeros, su vileza los ha perpetuado.
Fuentes:
El contrato social – Editado por elaleph.com
http://www.huffingtonpost.es/2014/02/25/articulo-rajoy_n_4854338.html
Imágenes:
concienciapublica.com
centrodedebate.es
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