La imagen que abre esta entrada corresponde al llamado “Retablo de Mérode”. Se trata de una pintura flamenca del s. XV que presenta la Anunciación a la Virgen de un modo un tanto peculiar, como una escena doméstica: la futura madre de Jesús recibe la noticia cuando está leyendo tranquilamente en una habitación mientras San José trabaja en la contigua. En la parte izquierda del tríptico aparecen tres personas “corrientes” en el jardín de la casa: una pareja y otro hombre más al fondo, junto a la puerta de la muralla. Al parecer, la pareja pudiera ser el matrimonio que encargó el retablo como ofrenda a la Virgen para que les ayudara a ver cumplido su deseo de tener una familia (*).
La pintura presenta varios elementos enigmáticos, cargados de simbolismo. Yo sólo me centraré en dos:
La tabla de la izquierda nos muestra un jardín florido, pegado a la estancia que ocupa María, mientras que por la ventana de la habitación donde trabaja San José se ve nevar. Según los expertos, esta discordancia se puede explicar porque las flores del jardín aluden a la fecha de la Anunciación – 25 de marzo -, mientras que la nieve hace referencia a la época del año en que San José se convirtió en padre putativo – Navidad -.
Pero el enigma se convierte en paradoja al llegar a la puerta de acceso desde el jardín a la habitación de María, ya que mientras por el lado exterior de la casa hay una entrada a través de la cual los recién llegados observan sobrecogidos a la Virgen, por la parte de dentro lo único que hay es un muro de piedra. La explicación simbólica de tal paradoja es que el muro interior es una alusión al aislamiento y a la pureza de la Virgen. Sin embargo a mí, agnóstico impenitente (nunca mejor aplicado), esto me ha traído a la cabeza algo completamente distinto: el llamado efecto túnel de la mecánica cuántica:
En mecánica cuántica, el efecto túnel es un fenómeno microscópico por el que una partícula viola los principios de la mecánica penetrando una barrera de potencial mayor que la energía cinética de la propia partícula. Es algo así como lanzar con el dedo una canica contra la ladera de una montaña y verla aparecer por la otra vertiente. El retablo me transmite la impresión de que el fervor de los recién llegados ha sido capaz de desencadenar una especie de “efecto túnel” que les permite acceder a la visión de María, a pesar de que ella no es de este mundo.
¿Pudo un pintor del s. XV tener una intuición mecano – cuántica? Supongo que etiquetar así la visión del artista es, en el fondo, tan o tan poco plausible como afirmar que Demócrito fue el precursor de la moderna teoría atómica. Pero, en cualquier caso, me parece un punto de vista increíblemente sugestivo, aunque pueda durar lo poco que tarde el fardo del sentido común en aplastar esa ensoñación bajo su peso. Es exactamente lo mismo que ocurre con los buenos efectos especiales, y aquí me gustaría enlazar con lo dicho en mi anterior entrada al respecto: https://escritodesdelastripas.wordpress.com/2012/05/04/los-vengadores-3/. El Retablo de Mérode es, para mí, un ejemplo de grandiosos efectos especiales sin tecnología digital, sin 3-D, sin tan siquiera movimiento. Porque no hay mejores efectos especiales que los que uno mismo se fabrica en su imaginación tras recibir la clase de invitación adecuada por parte de un buen artista.
¡Hay que ver qué retrógrado me estoy volviendo!
(*) Para saber más sobre este cuadro y otros se puede consultar la obra “Los secretos de las obras de arte”, de Rose – Marie y Rainer Haguen (Colección Taschen).
Imagen: crédito Wikipedia
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