Posts Tagged 'Muerte'

FILÓSOFOS

– ¡Abuelo! ¿Qué tal va esa vida? – Dijo el muchacho, que venía de visita al pueblo, al encontrarse por la calle con su abuelo.

– De ancha bien, hijo, de ancha bien. De larga, no se sabe. – Contestó aquél, sin perder un ápice de su aparente estado de ataraxia.

A la pregunta de «¿qué es el hombre?» respondió Heidegger que el hombre es un ser «para la muerte». Como consecuencia, la única existencia auténtica sería la de quien no utiliza su vida para ponerse una venda en los ojos que le oculte la presencia del rostro de aquélla.

¿Podríamos definir al filósofo como aquella persona que necesita escribir quinientas páginas para explicar lo que cualquier hombre sencillo es capaz de mostrar a su nieto dando un paseo?

CEREMONIA DE GRADUACIÓN

Dijo un autor que no recuerdo (por la mezcla de lucidez, amor al absurdo y sensibilidad, probablemente francés) que únicamente tendría sentido decir que dos personas han estado casadas cuando la vida de una de ellas se ha acabado, porque sólo entonces se podría asegurar si esa relación, en la que ya no cabe incertidumbre futura, fue o no fue de verdad un matrimonio.

Con la misma lógica, cabría pensar otro tanto del conjunto de nuestra vida. En el instante último podríamos optar entre taparnos los ojos o bien organizar una especie de ceremonia de graduación íntima en la que uno, desdoblado en maestro, discípulo e invitado, se entregaría a sí mismo un certificado inmaterial en que constaría algo así como: “ESTO HA SIDO LA VIDA DE UN SER HUMANO QUE HIZO LO MEJOR QUE SUPO Y PUDO” y se regalaría un aplauso a la misión cumplida antes de salir del escenario.

Cuando yo era niño no había ceremonias de graduación – menos mal que no sabían lo que se estaban perdiendo las tiendas de ropa, los salones de eventos y los establecimientos de licores -, si acaso, en alguna ocasión, un refresco en vaso de plástico con patatas fritas y ganchitos en el patio del colegio, disfrutando de una tarde luminosa sin ser aún asfixiante. Pero el día en que me daban las vacaciones yo solía celebrar mi propia ceremonia con la paz y la satisfacción que se me desbordaban por las costuras al irme a dormir; en ese momento estaba profundamente convencido de que la palabra “septiembre” era sólo un soplo de aire sin significado alguno y de que cerrar los ojos equivalía a salirse de las correas y los engranajes del tiempo.

Buenos o malos alumnos, grandes deportistas o patosos, más o menos admirados por los compañeros, bien considerados por los profesores o no tanto, ¿quién de nosotros hubiera considerado el fin de curso como una tragedia? No importaba nada lo que había sido o lo que habría de ser, porque entonces cualquier cambio te envolvía como un tejido fabricado con  los hilos cómodos y ligeros del “aquí” y el “ahora”.

¿Existe una transformación cultural capaz de ayudarnos a perder el miedo a la propia muerte o hay que aceptar que hemos abandonado para siempre esa ligereza del dejarse ir junto con nuestra juventud?

EL OSARIO DE HALLSTATT

“Quod es ante fui quod sum cras eris”

A pesar del tiempo transcurrido me siguen conmoviendo la sonoridad y el conceptismo de esta inscripción sepulcral romana que conocí en mis viejas clases de viejo latín. “Lo que tú eres antes lo fui yo, lo que yo soy tú lo serás”. Se trata de un mensaje lanzado desde la vida – como no puede ser de otro modo -, pero con la mente puesta en la propia muerte y en quienes visitarán nuestra tumba.

En la línea del más allá, el Hallstätter Beinhaus, pequeño osario que se encuentra en la parte trasera de la Pfarrkirche de Hallstatt (Austria), no sé si resulta más sorprendente que impresionante, quizás porque ofrece una especie de cambio radical de “tonalidad musical” en lo funerario que lo aleja de su característica circunspección y lo lleva hasta rozar lo frívolo.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Al parecer, cuando empezó a faltar espacio en el reducido cementerio anexo, se puso de moda utilizar el osario en la siguiente forma: el futuro “inquilino” dejaba escrita su voluntad de que, a los diez años de su enterramiento en el cementerio, sus restos fueran exhumados. Su cráneo y sus huesos largos recibían un tratamiento blanqueante que, además, mejoraba su conservación. Antes de depositarlos en el osario, la calavera se decoraba con los símbolos elegidos por el difunto, generalmente rosas, hojas de roble o laurel o hiedra y se identificaba con el nombre de éste.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Dado que sólo podemos actuar desde la vida, hacerlo – o, lo que es lo mismo, disponer que otros lo hagan – en nuestro propio nombre cuando estemos muertos es tal vez un modo de tomar conciencia de que la muerte nos resulta ontológicamente inaccesible. O quizás, yendo más allá, una forma de liberar para la vida esa carga de energía que encierra el conocido razonamiento de Epicuro de Samos, según el cual la muerte es una quimera, porque mientras yo existo no existe la muerte y cuando existe la muerte, ya no existo yo.

Salud.

 

Fotos: Berta


Una frase:

"El tiempo es lo que impide que todo suceda de golpe."

ESTADÍSTICAS

  • 37.840 visitas

Archivos

Categorías

Escribe tu dirección de correo electrónico para suscribirte a este blog, y recibir notificaciones de nuevos mensajes por correo.

Únete a otros 34 suscriptores