Archivo de octubre 2010

ESPÍRITU PURO

Ayer me presento en el Círculo de Bellas Artes a la hora señalada para la conferencia “Budismo y felicidad”, impartida por el Lama Ole Nydal. Los ascensores están petados, así que, para no quedarme sin sitio, subo cuatro pisos andando con la bolsa de deporte a cuestas, imaginando que estoy ascendiendo al Tíbet para mantener la motivación – uno no tiene ocasión de escuchar a un Lama todos los días -. En los últimos tramos de escaleras me encuentro con una pareja que baja refunfuñando algo sobre la espiritualidad, y un oscuro presagio empieza a lastrar mi ánimo. Llego a la sala y veo cola para entrar. A la izquierda de la puerta hay un par de personas repartiendo tarjetas sentadas en una mesa con una cajita encima – ¡Huy, huy, huy…! – A la derecha de la puerta un tío recoge las tarjetas. – Bueno, será un precio simbólico – me digo a mí mismo conciliador. Llego a la mesa y pregunto que si la entrada es libre y me dice un extranjero muy sonriente que la entrada cuesta 10€ de vellón (lo del vellón es una licencia poética, claro). Me pillo un rebote de tres pares de cojones y le digo que eso deberían haberlo indicado en la publicidad del acto. Sin perder la sonrisa contesta: “Ya, ya, je, je…” y, tras acordarme de toda su parentela, tomo el ascensor de bajada. Por abreviar: en la entrada del edificio el personal del Círculo intenta convencerme por todos los medios de que el Círculo no es quien lleva a cabo el acto, sino el centro budista “Camino del Diamante”, que pidió expresamente que en el anuncio de la conferencia no se informara de su precio, sino que simplemente se pusiera un link a la página web del centro (donde, por cierto, después comprobé que tienes que abrir varias ventanas para desenterrar el tesoro de la codiciada información crematística). Yo insisto en que todo eso me parece muy bien, pero que el Círculo acoge la conferencia dentro de su programa de actividades, por lo que ellos son responsables de proporcionar información completa y veraz sobre la misma. Finalmente logro que me den la hoja de reclamaciones y me encuentro con que se trata de un modelo oficial de la Comunidad de Madrid que no es autocopiativo y que exige ser cumplimentado por triplicado ¡¡¡ USANDO PAPEL CARBÓN !!! (&%$(&%$)/&%=(/&)(/=)/(¿=(¡!!! Les digo que si querían desanimarme lo han conseguido y me voy. ¿Cómo se puede cobrar por la palabra de un Lama – salvo que sea para cubrir costes o para una causa benéfica, que en todo caso debe ser declarada – , y más aún llevar allí a la gente engañada, aunque sea por omisión? Todas las organizaciones religiosas son iguales, son simples S.A. (es decir: “Sin Alma”), y sus mandos no son más que agentes de ventas, y que me perdonen los que se ganan la vida vendiendo honradamente productos en buen estado por un precio razonable. Sí, son todas iguales. Nos quejamos del “producto nacional”, pero el “producto de importación” es lo mismo, si no peor, porque lo conoces menos y te confías. Llego a Sol a coger el Cercanías de vuelta a casa rumiando todo esto. Como no controlo esa estación, me subo en el tren que no es. Cierro los ojos y me abstraigo porque estoy muy cansando después de todo el día, pero conecto el “avisador mental” para tres paradas. De repente me doy cuenta, alarmado, de que el altavoz anuncia una parada que me resulta extraña. Me bajo inmediatamente del tren y me encuentro en plena noche en un apeadero batido por el viento helado en tierra de nadie, rodeado de gente con aspecto de, digamos, tener poco que perder, incluyendo a dos pedigüeños de ferrocarril que discuten por su territorio. Yo había planeado estar a esa hora en pleno centro, en una sala de conferencias del Círculo de Bellas Artes, rodeado de la élite intelectual de Madrid. No me puedo creer lo que me está pasando. ¿Cómo he podido salirme de la ciudad en tan poco tiempo? ¡ Vaya frío que se levanta ya por las noches! ¿Quién lo diría? Van cayendo los minutos – uno detrás de otro, uno detrás de otro… – como pedradas lanzadas con deliberada lentitud por un sádico dentro de un pozo en el que estoy atrapado, y el tren de vuelta no viene. Empieza a dolerme la garganta. Paseo arriba y abajo por el andén, teñido de esa luz industrial y amorfa que producen, como por compromiso, las bombillas de las estaciones; casi preferiría la oscuridad total. Con semejante público alrededor empiezan a picarme la chaqueta, la corbata, la cazadora…; a su lado parezco salido del círculo de amigos del Urdangarín. No puedo quitarme de la cabeza la sonrisita del •/$E(&%E/&R(R/& que vendía las entradas; aquí me lo traía yo ahora mismo y lo dejaba atado a un poste con toda la recaudación de la conferencia. De repente se me ocurre pensar hasta qué punto este infierno en que me siento atrapado no me lo he montado yo mismo, y me pregunto si todo esto no es una lección de budismo mucho más profunda que la que pretendían darme en el Círculo… Y por un momento casi siento deseos de abrazar a mi amigo, el extranjero que vendía las entradas tan sonriente. Ya llega el tren.

FIN

 

QUE ME PERDONEN EL CALENTÓN TODOS LOS QUE, EN EL SENO DE UNA ORGANIZACIÓN, RELIGIOSA O NO, SE PARTEN EL PECHO POR LOS DEMÁS DESDE SU CAPACIDAD DE AMAR.


Una frase:

"El tiempo es lo que impide que todo suceda de golpe."

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