Archivo de octubre 2022

ARQUEOLOGÍA DE LA SEMEJANZA (VII) PEARL HART

PearlHart

Leadville, Colorado, 7 de marzo de 1879. La diligencia que transporta el mineral de plata hasta Buenavista está siendo asaltada con regularidad. El sheriff Kirkham está convencido de que existe algún infiltrado que suministra a los bandidos la información necesaria sobre los envíos y ese día su paciencia se agota y decide poner fin a la situación. Se disfraza de mujer, saca billete para la diligencia como un pasajero más y ¡bingo!, un bandido aparece en medio del camino bloqueando el paso del vehículo. Kirkham saca su revólver, el bandido sale corriendo y aquél, sin dudar, lo mata de un disparo. El sheriff camina hacia el cuerpo y al empezar a registrarlo descubre que realmente se trataba de una mujer y que, además era su esposa. De esta manera Jane Kirkham se convertiría en la primera mujer que atracó una diligencia en el Oeste. Eso si no fuera porque toda esta historia tiene pinta de no ser más que una leyenda de mineros que, al margen de cualquier referencia en registros o testimonios concretos, no ha dejado más rastro que una inexplicable tumba, visible hoy en día desde la autopista 24, a muy poca distancia de varios lugares civilizados donde fácilmente se podría haber trasladado un cadáver.

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Aunque tenemos seguridad sobre lo más significativo de la vida de Pearl Hart, existen diferentes versiones acerca de muchos detalles de su historia y amplias lagunas sobre varios periodos de ésta. De soltera Taylor, nació en Lindsay, Ontario, en 1871, en el seno de una familia respetable. Cuando sus padres decidieron enviarla a un internado sin duda no tenían la menor idea de que, como en una típica historia de cuatreros, estaban accionando un cambio de agujas que desviaría completamente el rumbo de la vida de la joven, porque allí se enamoró de Frederick Hart, un individuo problemático con el que se casó y con quien mantuvo una relación jalonada por peleas, abandonos y reconciliaciones. Tuvo dos hijos con él, que en cada ocasión Pearl acabó dejado a cargo de su familia de origen para seguir su propio camino.

El año 1893 marcó un antes y un después para la pareja. Se mudaron a Chicago atraídos por las oportunidades de empleo generadas por la Feria Mundial que se celebraba en esa ciudad. Allí una representación del espectáculo de Búfalo Bill despertó la fascinación de la muchacha por la vida del salvaje Oeste, a lo que contribuyó especialmente la puntería que exhibía la campeona de tiro Annie Oakley quien, por cierto, era firme defensora de la incorporación de la mujer al ejército. En ese ambiente Hart tuvo ocasión de entrar en contacto también con las corrientes feministas que ya surgían con fuerza en la sociedad de la época, a través de las conferencias que se impartían en el pabellón de mujeres de la feria.

A raíz de aquella experiencia decidió abandonar a su marido para vivir el sueño del Oeste y puso rumbo a Trinidad, Colorado, donde se ganó la vida trabajando como cocinera, cantante y quizás como prostituta, en torno a los poblados mineros. Algunas fuentes indican que era Hart quien regentaba un burdel instalado en una tienda de campaña.

En 1898 comienza una nueva fase del periplo de Pearl Hart por el Oeste cuando conoce a un tal Joe Boot en Mammoth, Arizona, y ambos comienzan a trabajar en una concesión minera que aquél poseía. Esa actividad no debía de resultar muy rentable, porque cuando ella recibió una carta de su madre pidiéndole ayuda para comprar medicinas hubo que recurrir a un plan de emergencia para conseguir dinero fácil: Hart se insinuaría a hombres y los llevaría a su habitación, donde Boot los dejaría fuera de combate y los robaría. Al parecer esa estrategia no generó los ingresos esperados y entonces ambos socios decidieron ir un poco más allá.

El 30 de mayo de 1899 Pearl, con el pelo corto y vestida de hombre, y Boot cortaron el paso a punta de revólver a la diligencia que hacía el trayecto entre Florence y Globe, obligaron a bajarse a todos los pasajeros, los despojaron de sus pertenencias y desaparecieron en el desierto, donde acabaron por extraviarse.

Dos días después el sheriff y su partida de búsqueda los sorprendieron dormidos en un campamento improvisado y los detuvieron. Al parecer Boot se entregó sin lucha, pero Hart opuso una resistencia que no evitó su arresto. ¿El botín?: 431,20$, equivalentes a unos 14.000$ actuales y dos armas de fuego.

Hart fue trasladada a la prisión de Tucson de donde, gracias a lo endeble de los materiales de construcción, y probablemente con ayuda de alguien, escapó a través de un agujero en el muro, pero fue nuevamente detenida.

Durante su juicio Pearl reconoció el atraco, pero declaró que no consentía ser juzgada por una ley en cuya creación las mujeres no habían podido intervenir. Su abogado alegó que ella se había visto empujada al delito por el estado de necesidad de su madre y el jurado emitió un veredicto de “no culpable”, según se cuenta, hipnotizado por el poder de seducción que desplegó la joven. El juez, indignado por la decisión, consideró el veredicto inadmisible y convocó un nuevo jurado que, esta vez, encontró a Hart culpable de tenencia ilícita de armas y así fue condenada a cinco años de cárcel y enviada a la prisión de Yuma.

Lo atípico de su delito convirtió a Pearl Hart en una celebridad que logró deslumbrar a sus guardianes y al público en general. Como única mujer en una prisión de hombres tenía asignado un amplio espacio aparte, donde daba entrevistas y se dejaba fotografiar por los periodistas.

Pearl_Hart_seated_in_dress

Según algunas versiones Pearl se quedó embarazada de uno de los guardianes y fue indultada por el Gobernador del estado tras cumplir sólo 18 meses de condena, pero no hay evidencias del nacimiento de este tercer hijo.

Tras salir en libertad Hart montó su propio espectáculo, donde escenificaba el atraco a la diligencia que la hizo famosa, tras lo cual trabajó bajo seudónimo en el espectáculo de Buffalo Bill.

A partir de ahí su rastro se pierde hasta que en el año 1904 fue arrestada en Kansas City, donde poseía una tienda de tabaco bajo el nombre de L.P. Keele, por receptación de objetos robados.

Nunca, desde que supe de su existencia, he tenido la impresión de que Pearl Hart fuera una embarcación llevada a la deriva, ni mucho menos una víctima de las circunstancias. Desde el principio, y antes de conocer algo más sobre su vida, me llamó la atención como una mujer fiel a sí misma y al deseo que un día surgió desde su “yo” más auténtico: vivir al margen de la ley. Singular vocación, pero vocación, al fin y al cabo. De hecho, ella ha pasado a la historia del Oeste americano y a la cultura popular como la primera mujer que, sin ningún género de dudas, asaltó una diligencia o, al menos, parafraseando lo dicho por Edmund Hillary tras su descenso de la cumbre del Everest, la primera en hacerlo y salir viva.

Tras el nuevo arresto de Pearl nada seguro se vuelve a saber sobre ella. Hay quien dice que en 1940 vivía en Arizona, casada de nuevo, bajo un nombre diferente. A partir de ahí, algunas versiones datan su muerte en 1952, en San Francisco, y otras en 1956, en Dripping Springs, Arizona. No es de extrañar que su corazón de forajida quisiera salir de la historia como había vivido, ocultando sus huellas.

Créditos:

https://en.wikipedia.org/wiki/Pearl_Hart

Fotos:

By Unknown photographer – Historian Insight, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=54702610

By Unknown author – "An Arizona Episode". Cosmopolitan 27: 673-677. May-October 1899.Electronic copy via Google Books [1]., Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=6658390

ARQUEOLOGÍA DE LA SEMEJANZA (VI) ARTEMISIA GENTILESCHI (EDITADO)

Siglo VI a.c., Nabucodonosor II, rey de Babilonia, conquistador de Judea y Jerusalén, envía al general Holofernes a poner sitio a Betulia, pero Judith, hermosa e intrépida viuda judía, consigue introducirse en el campamento de asedio. Holofernes, cautivado por su belleza, la invita a un banquete en la intimidad, que ella aprovecha para embriagar al general hasta que éste cae presa del sopor y decapitarlo mientras duerme, lo que condujo a la victoria de los judíos. Así fue o, al menos, así lo relata el Libro de Judith del antiguo testamento apócrifo. Si existiese un guionista de la Historia podríamos pensar que “plantó”, como dicen ellos, este episodio en la primera parte del guion para utilizarlo veintitrés siglos más tarde.

Mayo de 1606, el pintor Caravaggio huye de Roma acusado de matar a un hombre en una reyerta callejera (sí, el ser humano es capaz de lo más grande, pero en cuanto le rascas un poco el barniz de la civilización aparece un simio muy, muy peligroso). En su escapada el genio del Barroco deja atrás a discípulos y amigos, entre ellos Orazio Gentileschi.

Parece ser que Orazio había proyectado que su hija Artemisia tomara los hábitos, pero, a la vista de las inclinaciones artísticas de ésta, aceptó formarla como pintora en su propio taller como a sus otros tres hijos varones. Sin embargo, mientras que ellos no llegaron a ser más que discretos artesanos, Artemisia Gentileschi ha pasado a la historia de la pintura como una de las más importantes caravaggistas, que incluso llegó a superar la genialidad del maestro en alguna de sus obras. Creo que su primer cuadro, Susana y los Viejos, basta y sobra como botón de muestra de la técnica que ella ya poseía a los 17 años de edad.

Susanna_and_the_Elders_(1610),_Artemisia_Gentileschi

Es probable que de niña llegara a conocer personalmente a Caravaggio y no resulta difícil imaginarla de adolescente formando parte de la vida del taller donde, como cualquier aprendiz, habría copiado del natural trabajando con modelos desnudos, cosa que se evidencia ante su destreza en la representación del cuerpo humano. Al parecer esta práctica era mucho más accesible en Italia que en la España de la Contrarreforma, obsesionada hasta el extremo con el pecado.

En 1611 Orazio encargó a su colega Agostino Tassi, apodado “lo Smargiasso” (“el Bravucón”), que le diese a Artemisia clases de perspectiva. Sin saberlo Orazio, su encargo encerraba una cruel ironía en cuanto al tipo de “perspectiva” de la vida que la hermosa joven de 18 años habría de adquirir a través de Tassi, ya que éste, aprovechándose de la posibilidad de tratar a la muchacha con cercanía y confianza que le brindaba su posición de maestro, un mal día la violó y a continuación intentó protegerse con una promesa de matrimonio que la pintora y su familia exigieron infructuosamente durante alrededor de un año. Y es que, entre otras cosas, tal promesa resultaba de imposible cumplimiento porque Tassi ya estaba casado.

En aquel entonces cualquier tipo de violencia sexual contra una mujer no se consideraba un delito contra la libertad sexual de la víctima, sino contra la honra de su familia, y sólo podía perseguirse previa denuncia del padre de la agraviada, porque recibía el mismo tratamiento jurídico que cualquier agresión al patrimonio de éste. Así que, desesperando de obtener reparación de Tassi, Orazio lo denunció ante los tribunales y así se inició un proceso que duraría siete meses:

“Me arrojó al borde del lecho (…) y me puso la rodilla entre los muslos para que no pudiera juntarlos (…)”

“Sentí un fuerte ardor que dolió mucho, pero no pude gritar porque él me tapó la boca con las manos (…) Le rasguñé la cara, le tiré del pelo y, antes de que me volviese a penetrar, agarré su pene con tanta fuerza que le arranqué un pedazo de piel.”

Las actas judiciales permitieron que nos llegara con esa viveza el testimonio de la joven, inscrito con trazo imborrable en ese otro lienzo a veces tan firme, pero a la vez capaz de estirarse hasta el infinito, que es el discurrir del tiempo cuando lo que transmite son vivencias y emociones universales.

Durante el desarrollo del proceso Artemisa fue sometida a un reconocimiento ginecológico por dos matronas. La verdad es que, a primera vista uno no llega a entender bien la necesidad de hacerla pasar por eso más de un año después de los hechos denunciados, especialmente porque entonces el objeto de un proceso de ese tipo, más que la violación en sí, era la virginidad de la víctima (y obviamente la denuncia de violación implicaba per se la pérdida de ésta) y los antecedentes de su conducta personal. En relación con ésta algunos testigos declararon que Artemisia era “demasiado libre”, que “trataba con hombres” e incluso que “se asomaba al balcón”.

La defensa de la causa de la pintora se estaba complicando y, para comprobar si su declaración era consistente, se la sometió a una tortura común en esa época; entre sus dedos se colocaron cuerdas que se iban apretando progresivamente mediante un palito giratorio mientras ella perseverara en su versión de los hechos, hasta que lograra convencer a los jueces o bien, incapaz de soportar el dolor, se retractara de la denuncia. En medio de este tormento ella se volvió hacia Tassi y le gritó:

 “¡Este es el anillo que me das y estas son tus promesas!”.

Es de suponer que la entereza de Artemisia logró taladrar la coraza de la ley y de la mentalidad de la época, porque Tassi fue hallado culpable y recibió una condena de prisión con alternativa de exilio. El Bravucón optó por esto último, pero se valió de gente influyente para no cumplir lo uno ni lo otro.

Hay quien afirma que a partir de ese episodio su arte se volvió más violento y oscuro e incluso que Artemisia llegó a buscar venganza simbólica en algunas de sus pinturas, como la famosísima “Judith decapitando a Holofernes”, que recrea el episodio que hemos referido al principio de estas líneas con un vigor y un dramatismo hipnóticos:

De hecho, se dice que en esta pintura el rostro de Judith podría ser el de la propia Artemisia y el de Holofernes no sería otro que el de su violador. He de decir que cuando me encontré delante de la pintura original me sentí sobrecogido por la experiencia de descubrir cómo unas imágenes de una violencia tan atroz pueden encerrar a la vez tanta belleza plástica. En unas coordenadas radicalmente diferentes sólo he sentido algo parecido en relación con Stanley Kubrick y «La naranja mecánica». Los dedos se me vuelven perezosos al escribir que sólo los genios tienen la capacidad de lograr algo semejante, porque la obviedad de la afirmación hace que suene muy hueca.

En cualquier caso, desde mi encuentro personal con el cuadro no he podido dejar de verlo como una especie de cápsula del tiempo que va transmitiendo la reparación moral de Artemisia Gentileschi a través de los siglos.

Volvamos a la realidad; al mes de acabar el juicio, para enterrar el escándalo Orazio casó a Artemisia con su discípulo Pierantonio Stiattesi y ambos se instalaron en Florencia y tuvieron cinco hijos, de los cuales sólo sobrevivirían dos chicas. Al poco tiempo la pintora entró en el círculo de Cosme II, se granjeó la amistad de Galileo, recibió encargos de Miguel Ángel el Joven, bisnieto del legendario artista (quien, por cierto, se los pagó más caros que a cualquier pintor masculino), y fue la primera mujer admitida en la Academia de las Artes del Dibujo.

En Florencia, además, se enamoró del noble Francesco María Maringhi y se hicieron amantes, con pleno consentimiento del marido de Artemisia, que acabó por desaparecer de su vida. De allí Artemisia marchó  sola con sus hijas a Roma, donde se registró como cabeza de familia, obtuvo un gran éxito profesional y entró a formar parte de la llamada Academia de los Deseosos, que acogía a un selecto grupo de intelectuales y artistas. Después vinieron Nápoles, Inglaterra, por invitación de Carlos I, y, finalmente, otra vez Nápoles, donde vivió hasta su muerte.

Atractiva, inteligente e ingeniosa, con una voz bella y un carácter firme, debió de irradiar un magnetismo irresistible. En una época en que en Italia comenzaba a implantarse una mentalidad más abierta en cuanto a las conductas admisibles en un artista, Artemisia fue tratada con admiración y respeto y en pie de igualdad con los pintores más valorados del momento. No obstante hubo quien no le perdonó su vida personal y, tras su fallecimiento, le llegaron a dedicar epitafios de este estilo:

“Al pintar la cara a éste y a aquél

en el mundo me gané mérito infinito.

En tallar los cuernos a mi marido

dejé el pincel y tomé el escalpelo.”

(Imagino que esto rima en italiano).

El final de la vida de Artemisia se lo tragó la noche de la Historia. Se especula con que fue una de las victimas de la terrible epidemia de peste que golpeó Nápoles en 1656 y quizás el cofre que albergó esa mente genial se encuentre entre las cuarenta mil calaveras sepultadas en el cementerio de Fontanella que dejó la peste a su paso. Por otro lado, la inscripción “Heic Artemisia” en la iglesia de San Giovanni dei Fiorentini podría haber señalado la ubicación de su tumba, pero fue destruida en la Segunda Guerra Mundial.

Nuevamente, si existe un guionista de la Historia, tal vez podemos pensar que comenzó la de Artemisia veintitrés siglos antes de su nacimiento “plantando” el episodio de Judith y Holofernes para dejar en el «espectador» la imagen imborrable de un episodio tan importante en su vida y que, puesto que no hay alternativa a la muerte, quiso utilizar la incertidumbre en cuanto a la «salida de escena» de la pintora y al paradero de sus restos como único recurso posible para dejarnos un final un poco abierto a la historia de Artemisia Gentileschi.

Créditos:

https://es.wikipedia.org/wiki/Holofernes

https://historia-arte.com/artistas/artemisia-gentileschi

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/artemisia-gentileschi-lucha-pintora-herida_13898

https://www.bbc.com/mundo/noticias-38391897

https://elpais.com/cultura/2020/06/19/babelia/1592589223_823778.html

https://www.biografias.es/famosos/artemisia-gentileschi.html

Imágenes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Artemisia_Gentileschi


Una frase:

"El tiempo es lo que impide que todo suceda de golpe."

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