Archivo de noviembre 2010

TAL VEZ EL OFICIO MÁS ANTIGUO DEL MUNDO

Pese a que solemos asociarlo con tecnología “galáctica” e impacto mediático, para conseguir financiación multimillonaria de patrocinadores de los cinco continentes, posiblemente uno de los oficios más antiguos del mundo sea el de piloto de carreras. Como cualquier oficio tan antiguo, seguramente tiende a satisfacer un deseo primario del ser humano: ser más, mejor, llegar primero, quedar por encima, reforzar el ego. Al menos en este caso lo primario puede ser simplemente otra cara de lo sublime: ¿acaso lo que en el fondo buscan los grandes campeones no es desafiar las leyes de la materia de que están hechos para convertirse momentáneamente en dioses o, como poco, acercarse más a ellos? Senna decía que, a su paso por la curva de Eaux Rouges, hablaba con Dios. Lo que nunca trascendió fue si Lo Tuteaba.

El origen de las carreras se va desdibujando a medida que su búsqueda nos acerca al territorio de lo mítico. Las primeras evidencias artísticas de la existencia de carreras de carros se han encontrado en restos de cerámica del s. XIII A.C., pertenecientes a la civilización micénica. La primera referencia literaria a dichas competiciones es la descripción que hace Homero (s. VIII A.C.) en la Ilíada de una carrera alrededor del tocón de un árbol, en la que el ganador, Diomedes, recibió como premio una esclava y un caldero. El caldero casi prefigura las copas que se entregan en el podio a los pilotos de hoy. En cuanto a la esclava… bueno, lo cierto es que, sobre todo en las actuales carreras de F1, la presencia de la mujer de puertas a fuera es casi exclusivamente decorativa, pero tampoco llegamos a semejantes extremos… Eso sí, ya que la propia esencia de esta competición consiste en romper barreras, estoy deseando que aparezca pronto una piloto de F1 que a todos sus compañeros les dé caña hasta en el carnet de identidad.

Precisamente parece ser que las carreras de carros eran la excepción a la norma que prohibía a las mujeres participar en los Juegos Olímpicos de la Antigüedad, e incluso asistir a ellos como espectadoras, ya que hay constancia de que una espartana, llamada Cinisca, ganó dos veces una carrera de carros. También al contrario que en otros acontecimientos olímpicos, en que los participantes competían desnudos, en las carreras de carros los corredores vestían una prenda llamada xystis, seguramente para tratar de paliar las graves consecuencias que podía tener una caída con arrastre. Así es que los monos de los pilotos no son de ayer por la tarde…

Como en tantos otros casos, los romanos supieron transformar tradiciones heredadas o importadas de otros pueblos en grandiosos espectáculos de masas. En la antigua Roma las carreras se celebraban en un circo, y parece ser que tenían lugar conforme a una programación anual bastante regular. Nada nuevo bajo el sol. El lugar más importante donde se celebraban las carreras era el Circo Máximo de Roma, de origen muy antiguo, reconstruido por Julio César en el 50 A.C. El Circo Máximo era una pista de carreras con forma de proyectil muy alargado, cuya superficie era equivalente a seis de los actuales estadios olímpicos, rodeada por una edificación de cuatro plantas capaz de albergar a unos 200.000 espectadores. Se dice que ha sido el mayor estadio “deportivo” de toda la historia de la Humanidad. En el centro de la pista había una mediana llamada “spina”  y en cada extremo de ésta un poste, alrededor del cual tenían que girar los carros. Las carreras eran a 7 vueltas, por las 60 ó 70 en la F1 actual, pero es que el forraje da bastante menos rendimiento energético que la gasolina.

Las carreras se celebraban por equipos, llamados “facciones”. Inicialmente hubo cuatro: azul, verde, blanca y roja. Corrían 3 carros por equipo, y cada carro podía ir tirado por 2, 4 ó 6 caballos, aunque se dice que en alguna carrera de exhibición se llegó a correr con 10, lo cual exigía al conductor unas dotes prodigiosas de control; debía de ser algo así como un motor turbo de 1.500 hp. El caballo que iba situado en la parte izquierda no tiraba, sino que iba sujeto a sus compañeros y era el encargado de guiarles en las maniobras que el conductor, “auriga”, realizaba. Los aurigas llevaban protecciones de cuero y cascos y, también como hoy en día, en su vestimenta se hacían bien visibles los colores de su equipo. El oficio de auriga era muy peligroso. Se trataba de competiciones extremadamente violentas donde valía todo o casi todo, incluyendo golpear con el látigo a los rivales o engancharlos con él para arrancarlos del carro, lanzado a toda velocidad, o tratar de estrellar a los competidores contra la spina.

Los carros tomaban la salida desde unas cocheras situadas en el extremo “plano” de la pista, que se abrían mecánicamente de forma simultánea cuando el emperador, o quien ejerciera de anfitrión del espectáculo, dejaba caer al suelo un paño conocido como “mappa”. La zona preferida por el público era el extremo curvo de la pista, que era donde, al girar los carros, se producían las colisiones más violentas y, como resultado, se formaban auténticos amasijos de maderas, hierros, caballos y jinetes que, en el argot de las carreras, se denominaban  “naufragia”. Otras veces, en caso de colisión, los aurigas no podían soltar las riendas, que llevaban enrolladas a la cintura, y eran arrastrados por todo el circo hasta la muerte. No, no había FIA, ni comisarios, ni safety car, ni coche médico, no había nada de nada, los aurigas sólo disponían de un cuchillo con el que intentaban liberarse de sus riendas en caso de accidente. En esa materia, la única ventaja que indiscutiblemente tenían aquellos precursores respecto de los pilotos actuales era la TOTAL SEGURIDAD de que su vehículo no iba a incendiarse…

La popularidad de las carreras de carros llegó a ser extraordinaria entre los romanos y dio lugar a un abundante mercado de apuestas. Se dice que, con ocasión de la celebración de una de estas competiciones, la ciudad de Roma se quedó tan desierta que el emperador Augusto tuvo que establecer patrullas militares de vigilancia para evitar el pillaje. Esa popularidad y la afición del pueblo romano por los distintos equipos llevó a la cumbre del éxito a varios aurigas, algunos de los cuales han pasado a la historia, como Scorpus, de la facción verde, de quien se dice que en el s. I D.C. ganó cerca de 2000 carreras antes de morir a los 27 años en una colisión ¡¡¡ con el poste de meta !!! Otro ejemplo fue Gaius Appuleius Diocles, que ha pasado a la historia por su sobresaliente palmarés deportivo… y financiero. Este auriga vivió en el s. II D.C. y, según se dice en su lápida funeraria, tomó la salida en 4.247 carreras, de las cuales ganó un 35% y quedó segundo en un 33%. De acuerdo con un estudio de Peter Struck, profesor de la Universidad de Pennsylvania, a lo largo de su carrera este piloto llegó a ganar 35.863.120 sestercios, equivalentes hoy en día a unos casi 15.000 millones de dólares. Compitió hasta los 42 años. Por cierto, corría para el equipo rojo.  No, no era de Germania, era de Lusitania… Para ilustrar la pasión que despertaban estas estrellas de la pista, el profesor Garrett G. Fagan, también de la Universidad de Pennsylvania, refiere la siguiente anécdota: en el año 390 D.C., en la ciudad de Tesalónica, un famoso auriga se insinuó sexualmente a un general romano, quien ordenó el inmediato arresto del corredor. Fue tal la indignación popular por el trato dispensado a su ídolo, que la turbamulta enfurecida asaltó la prisión, liberó al auriga, linchó al general y, ya puestos, incendió la ciudad. Los disturbios cobraron tal magnitud que el emperador tuvo que enviar al ejército a Tesalónica y el enfrentamiento se saldó con 7.000 muertos. Eso es fanatismo por un piloto y lo demás son cuentos.

Pero no todo era idolatría. Los historiadores creen que en esa atmósfera de competitividad extrema y pasiones desbordadas no eran infrecuenten los casos de envenenamiento de caballos e incluso de aurigas rivales. En nuestra era, que se sepa, nunca se ha llegado a tanto. Los casos más escandalosos han consistido en pagar a algún empleado de una escudería rival para que añadiera “algo” a la gasolina de uno de sus pilotos, o en sacar a un competidor de la pista intencionadamente. Siempre reconforta darse cuenta de que la conciencia moral, poco a poco, va calando… A pesar de los siglos transcurridos, sigue resultando sobrecogedor el legado de odio congelado en piedra que nos dejó un aficionado en una inscripción, a modo de graffiti, que dice así:

Yo te invoco, ¡oh demonio!, quienquiera que seas, para pedirte que desde esta misma hora, desde este mismo día, desde este mismo momento, tortures y mates a los caballos de las facciones verde y blanca, y que del mismo modo aplastes y mates a los aurigas Claro, Philico, Primo y Romano, y no dejes ni un soplo de aliento en sus cuerpos.”

En esto tampoco hemos cambiado mucho, si consideramos las lindezas con que uno se tropieza en cuanto se interna en los medios de comunicación digitales especializados en F1. Nada nuevo bajo el sol. Bueno, sí, al menos entonces cuando se maldecía a un piloto, se hacía con clase.

 Fuentes consultadas:

 –          Wikipedia: Carreras de carros, Circo Máximo

–          MaDi – Arma virumque cano, Blog de aula para Latín 4º ESO

–          Diario Expansión 06/09/2010

–          History of ancient Rome, Garrett G. Fagan, The Teaching Company

GANAR SEGURO

Andando me cruzo con una sucursal del Santander. De forma mecánica dejo que mis ojos recorran la publicidad pegada en uno de sus ventanales mientras sigo mi camino: “HAY UNA FORMA SEGURA PARA GANAR…”. Por los pelos, ya en el límite de mi campo visual, una imagen me captura con la violencia de un cepo de caza: UNA GORRA DE FERRARI. Durante un instante las persianas blancas se vuelven dientes y la abertura del ventanal se transfigura en una bocaza desmesuradamente abierta que me despacha una carcajada ensordecedora, y entonces una especie de reacción eléctrica me impulsa “a liarme a pedradas contra los cristales”, como le pasó al Sabina. Afortunadamente, antes que de lo que me han enseñado, de quién soy o de dónde vengo, me acuerdo de a dónde voy: a la comisaría que está cincuenta metros más arriba, a renovarme el DNI, y ya un poco más centrado decido que prefiero entrar y salir de ella por mi propia voluntad.

La verdad es que el mundo en que vivimos resulta poco tranquilizador, pero aún hay que dar las gracias si piensa uno que lo que sucede cada día es sólo la punta del iceberg de todo lo que podría pasar…

Fuente foto: todoformula1.net


Una frase:

"El tiempo es lo que impide que todo suceda de golpe."

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