Archivo de enero 2023

TRAGAPERRAS

Un parroquiano entra en el bar. Sólo busca disfrutar de su consumición habitual mientras se deja ir charlando con alguno de los de siempre. Sabe casi a ciencia cierta que a alguien conocido encontrará sin necesidad de quedar. Justamente se trata de olvidarse de compromisos, de formas y de obligaciones, de conjurar las miserias del día a día durante un rato.

Entonces la tragaperras, sin venir ni a qué ni a cuento, desplegará su plumaje de pavo real, emitirá un sonido frío, vacío y llamativo como ella misma, le ofrecerá un breve espectáculo de luces multicolores, le guiñará uno o más de sus diversos ojos de criatura aberrante. Y tal vez el parroquiano, ya un poco aburrido, quizás hasta desasosegado (ahora mismo está mirando de reojo a un lado y a otro para ver si alguien se fija en que está bebiendo solo), se acercará y echará una moneda.

Los circuitos integrados de la máquina conocen bien el alma humana y, además, juegan con ventaja sobre ella, porque nada necesitan de los demás y, por tanto, nadie puede perturbarlos en sus designios. Una vez de cada cien o cada mil la tragaperras hará un regalo al parroquiano. Le ha costado tanto, tantísimo conseguirlo que lo valora como si fuera el maná, el alimento del cuerpo y del espíritu llovido del cielo, así que partirá otra vez en pos de él y sí, lo obtendrá de nuevo después de haber invertido muchas monedas en derrotas. Las posibilidades de la historia abarcan un espectro que se extiende de lo anodino a lo dramático. El final lo dejo a la imaginación del lector.

Hay muchas personas tragaperras. Desplegarán toda su panoplia de llamadas de atención y es posible que te deslumbren con el interés por ti que muestran sin conocerte previamente. Como parecen caídos del cielo, tal vez pienses que ha surgido una conexión mágica, que has encontrado un alma gemela, y les devolverás su interés multiplicado por mil y convertido en una pasión tan irracional, si fueras capaz de pensarlo, como lo fue su llegada a tu vida.

Poco a poco te irás dando cuenta de que la inmensa mayoría de las veces no recibes nada a cambio de lo que pones en ellos, pero, ¡ay cuando te toca el premio! La satisfacción es tan intensa que el día parece teñirse de noche, el cielo inundarse de fuegos artificiales y las aceras llenas de colillas, papelajos y alguna caca de perro transformarse en un lago cristalino donde el reflejo de los cohetes duplica tanto esplendor. Entonces te dirás que todo ha valido la pena y estarás deseando seguir jugando partida tras partida. Sentirás que has sufrido mucho, pero que la montaña rusa por la que primero te precipitas para luego levantar el vuelo es mucho más interesante que esas existencias anodinas, esos brochazos de gris que a diario cruzan el escenario de tu vida color fuego. Tú no eres como ellos, eres de otra pasta, un héroe mitológico, un Orfeo capaz de descender a los infiernos y un águila capaz de habitar las más altas cumbres. La adrenalina es una droga y la incertidumbre absoluta sobre la recompensa o la ignorancia que obtendremos del otro es incomparable, cautivadora, excitante. Demasiado.

Algunas señales de alarma son la falta de base real de la supuesta conexión y el magnetismo que generan la frustración y la zozobra consiguientes a esa experiencia hipnótica, y la diferencia con los artilugios que pueblan tantos bares y salas de recreativos es que, mientras que las máquinas tragaperras no necesitan nada de nadie, las personas tragaperras sí; sólo quieren compartir sus cadenas con otros, contagiar sus propios daños. Tú verás si quieres seguir financiando con tu capital emocional su adicción a recibir atención y a manejar a los demás como si ellos sí que fueran máquinas.

Imagen: https://publicdomainvectors.org/es/vectoriales-gratuitas/Imagen-de-la-m%C3%A1quina-de-ranura/62905.html


Una frase:

"El tiempo es lo que impide que todo suceda de golpe."

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