LA CEBRA

Una plaza en un domingo de verano se parece mucho a un paréntesis en medio de esa prisión que es el laberinto de muros y calles llamado ciudad. El empedrado y las fachadas de los edificios, salpicados de los colores vivos de las sombrillas de los cafés, los restaurantes y los bares y de la vestimenta chillona del gentío parece un tapiz movedizo tejido para celebrar la vida con banda sonora de bullicio.

Pero de pronto es como si pasara una nube, algo indefinible cambia en alguna parte y uno empieza a preguntarse si no será que, sin ponerse de acuerdo, toda la multitud que charla por los codos disfrutando de sus jarras de cerveza áureas y relucientes y de sus botellas de vino en cubiteras de hielo no estará ensayando esa obra que sólo tiene una representación, y normalmente sin público. A lo mejor lo que estamos viendo no es ninguna clase de celebración, a lo mejor esas personas no están haciendo otra cosa que arrojarse dentro de un paréntesis en medio de esa prisión que es el laberinto de la vida para escapar de aquélla, a lo mejor todos ellos están ensayando su suicidio, esa obra que sólo tiene una representación, normalmente sin público, y que probablemente, pese a ensayarla con ganas, ninguno llegue a estrenar.

Y entonces uno se acuerda del dilema de la cebra y no puede evitar que le asalte la duda de si la vida es blanca con rayas negras o negra con rayas blancas.

Foto: https://pixabay.com/es/illustrations/cebra-animal-melena-rayas-%C3%A1frica-4864906/